lunes, 20 de noviembre de 2006

¡Qué chorro, Mister Febrero!


Basta ya de hablar de desdichas. Los hombres y las mujeres necesitamos también distraernos y deleitarnos con lo bello y lo entretenido. Contemplación de la naturaleza, por ejemplo. Eso ayuda.
Querría pues, para alivianar los ánimos, hablaros de aquel curioso fenómeno que registra cada año y que conocemos como calendarios. Son una especie que florece a partir de octubre, llegando al máximo de la exuberancia en diciembre. Se cosecha en enero y los frutos duran 12 meses, pero también se pueden secar y en este caso pueden durar años y años, aunque destiñen (especialistas en la conservación de calendarios son los barberos, los mecánicos y las abuelas). Los hay de cada color y cada sabor. En los links que siguen presento una selección para los amantes del más puro estilo Village People: no se pierdan el calendario de los gondoleros y él de los bomberos de Bilbao (más arriba: el chico febrero). Mientras dejaría de un lado la visión del bodypainting suizo (de lo más triste que hay) y más bien les invitaría a reflexionar sobre el significado profundo del calendario de los curas y las preguntas que inevitablemente nos sugiere: ¿son realmente curas? ¿no es lujuria la que se vislumbra en su mirada? ¿a álguien le da morbo? Estos y otros ancestrales interrogantes son los que distingüen al género humano de los animales: tenemos que convivir con el desasosiego.

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