lunes, 21 de agosto de 2006

La clase de anatomía.


Al barri hi ha de tot.
Primero lo vimos en la playa, recorriendo la orilla una y otra vez esgrimiendo con soltura una forma perfecta a los cincuenta y tantos años, bajo las miradas curiosas de los niños y perplejas de los padres. Luego lo vimos por las calles de la Barceloneta, montado en la bici con su mochila a cuestas y el aire despreocupado. Cuando lo empezaron a avistar en la Rambla ya se había hecho bastante famoso y a la gente que todavía no lo conocía se le explicaba simplemente "es el de la playa".
Esta noche estabamos sentadas en una terraza de la plaza del Sol, en plenas fiestas de Gracia; a nuestro lado una carpa repleta de gente en la que sonaba un concierto de música balcánica cuando de pronto paf! aparece él. Ahí está, tranquilo entre el público como si nada fuese, disfrutando de la música y del ambiente; alto, bronceado, atlético y con la poronga al aire.
Porque nuestro héroe tiene una particularidad no muy común hoy en día: sacan una ley y él la aplica al pie de la letra, en pleno ejercicio de sus derechos de ciudadano. Pues resulta que en Barcelona hay una norma municipal que dice que si querés podés ir en pelotas por la calle, ya que el Ayuntamiento fomenta el respeto ciudadano a la libertad de indumentaria. Y el tipo, que es inglés, resolvió mudarse aquí justamente porque existe esta norma que le permite vivir de la forma que él eligió para su vida, que quiere decir en bolas, y porque dice, Barcelona es una ciudad lo suficientemente tolerante como para que no le estén jodiendo todo el día a la vista de sus joyas ahí colgando.
Debe ser verdad, además, porque esta noche en la plaza la gente miraba, es cierto, se daba codazos e incuso sacaba fotos de ese par de nalgas entre tantas espaldas cristianamente tapadas mirando el espectáculo; pero no hubo ningún comentario pesado, ninguna guarrada. Sólo me imagino que muchos habrán empezado a pensar, como yo, en cómo se las arreglará ese señor en la vida diaria. Vive de renta o trabaja? Y en este caso, le tocará vestirse? Y cuando coje el metro, usará una servilleta para sentarse? Se habrá presentado así como mamá lo hizo el día que fue para alquilar un piso? Estos y otros interrogantes circulaban entre la muchedumbre mientras él, plácido y flemático como un lord, se despedía dejándonos a todos sin respuestas. En fin, cada uno con sus temas y a cada uno según sus gustos. Esperemos que no sean ladillas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Cómo me gustan tus últimos posts! se ve que has vuelto con energías... ¿o será la pobreza que agudiza el ingenio?

Aquí al sur diríamos que ese desvergonzado lo que es, es un guarro y que si su madre o su novia lo vieran, lo mandarían a dormir en el sofá una temporada.