Homo faber, fortunae suae!
Se puede controlar al destino.
La mala suerte es una pálida excusa para los ineptos.
Las estrellas no te dicen nada que ya no sepas.
Enfréntate a la vida con la cabeza bien alta y todo irá como tú quieres.
Tú eres el único hacedor de tu fortuna.
Vale.
Pero si luego el primer hijoputa que anda por la calle viene y me ata una mierda de tercera cadena a mi maldita bici, que estaba ahí tranquila, bien aparcadita, sin joderle a nadie, y ahora no la puedo usar porque el muy cabrón me la embargó, por frustrado, por amargado, y capaz que si la quiero quitar con un alicate justo pasa un guardia y me toma a mí por ladrona,
¿a quién le hecho la bronca, carajo?
¿Eh? A quién, ¿al faber?
Porque si Dios no existe y las estrellas son sólo un reflejo de mi mente, entonces esta es una laiquísima cagada.
miércoles, 6 de junio de 2007
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