martes, 23 de mayo de 2006

La gattara

Para olvidarme de las amarguras que a veces hay que tragarse tapándose la nariz y aprietando las nalgas (amarguras obligadas si tenemos que ganarnos el pan diario, o los garbanzos, como creo se dice aquí), mejor si me concentro en otras cosas. En estos días en los que me encuentro de pronto rodeada por miles de objetos coquetos (e inútiles) para la casa mientras una casa tal como me gustaría a mí todavía no la tengo, pero sí tengo un hogar y no es poco, me detengo a pensar en cómo me llenaría el alma una dosis diaria de felinidad. ¿Qué hay mejor, cuando vuelves a casa con los pies inchados y la moral floja, que un par de ojos amarillos mirándote llenos de felpuda compasión?


Di giorno quando i gatti sono intensi
pensi che il loro pelo offuschi i sensi.
Di notte quando i gatti sono immensi
si ricopre di pelo quel che pensi.


Pd: estoy en campaña de promoción de un gran autor italiano bastante poco conocido llamado Toti Scialoja, autor de los versos de arriba. Por honestidad intelectual tengo que decir que para mí es un poeta aún más grande calculando que es practicamente el único al que puedo leer, ya que por lo general podemos decir que de poesía no entiendo un carajo. Lo admito, ya me vale. Tanta plata para hacerla estudiar...
Ppd: con esta última adfirmación ya quedan excluidos, como autores de este post, Jose y el Flaco (los intelectuales de la casa). Luego, avanzando por exclusión, podemos descartar también a Cami, que no es exactamente una gran amante de los animales domésticos, y Jairo porque todavía no asumió la idea de tener un blog. Si lo escrito hasta ahora resultara penoso, hay una única responsable.

No hay comentarios: